Las relaciones en la adolescencia pueden ser cortas o largas, profundas o poco relevantes, es todo parte de esta época. Lo cierto es que, cualquiera que sea su duración o profundidad, no deben causar daño ni herir la vida propia. Esto no se logra prohibiendo las relaciones, ni escondiéndose de las dificultades. Más bien, requiere de fortalecer la autoestima y capacidad de decisión, de vivir alrededor del afecto y no de la violencia.

 

Las relaciones sentimentales de pareja deben servir a los jóvenes como oportunidad para ampliar sus experiencias e intereses, enriquecer su identidad, sentido de pertenencia y proyecto de vida. Así mismo estas relaciones deberían estar basadas en el apoyo, el autocuidado, el respeto, la valoración del otro, la comprensión mutua, la comunicación y la empatía. En una convivencia sana ambos pueden crecer como personas, fortalecer sus cualidades y descubrir nuevas formas de desenvolverse.

 

Aunque esto sucede en algunas relaciones adolescentes, donde cada uno actúa con madurez dentro de los límites de su edad, en otros casos los jóvenes se embarcan en una espiral de dolor y desplantes donde ambas partes salen perdiendo. A pesar que ellos mismos tienen expectativas positivas sobre las relaciones amorosas, estas terminan siendo agresivas y violentas, causando algún tipo de daño a nivel físico o psicológico, pues se basan en el control y en un intento de uno de los miembros de la pareja por dominar y mantener el poder sobre el otro.